La prisa

Una vez el tiempo se detuvo. Todos los relojes del mundo se pararon. Aquel día el tiempo no hizo ni un aspaviento, ni una mueca; nada. Estaba tan inmóvil que ni las fastuosas agujas de los relojes más grandes y sensibles pudieron percibirlo. Sorprendentemente, nadie hizo nada. Ya no había cola, ni había atascos. Ahora que se había acabado el tiempo ya no había prisa. Todos se observaron unos a otros y esperaron a que el tiempo reanudara su camino. Y cuando esto sucedió todo el mundo volvió a tener prisa de nuevo.

Inflexiones