Sin una apariencia

Ha llegado mi jefe. Lo sé porque lleva corbata. Es una suerte que la lleve porque si todos fuésemos desnudos perderíamos la comodidad de etiquetar a las personas por su apariencia. Además, me costaría mucho creer que ese calvo barrigudo me supera en algo. Y a él también le costaría mucho más ser tan déspota. Es más creo que no sería nada. Quizá no saldría de su despacho. Se escondería detrás de  la mesa, pediría las cosas por favor. Desnudos no somos ni la mitad de lo que queremos ser cuando estamos vestidos.

 
Inflexiones